Alejandra García Mogollón
SENTENCIA
Aterrador escenario
espigado por la eternidad,
aloja allí a las innumerables almas
sin destino y sin fin;
confundidas, atrapadas
con incesante codicia
y abrumadora desesperación,
albergando en sus recuerdos
pavorosos episodios
de la morada terrenal,
confrontándose entre los confines
del odio y la locura,
la fascinación y la espera
del acto de redención
inexistente en el crepúsculo,
transitado ya, sin retorno,
mientras Sílfide, dulce ninfa,
recorre los bosques con nimia
sutileza y premeditada indolencia,
ignorando el dulce susurro de sus condenados,
que por un fuego abrasador
son consumidos una y otra vez.
Y así, la sentencia eterna:
lo que en vida no se logra destruir,
después de la muerte esgrime
para la dulce satisfacción
de sus más temidos verdugos.
Tejedoras de la memoria
En memoria de madres que
perdieron a sus hijos
reportados como falsos
positivos en Coveñas, Sucre.
Las veo llegar sostenidas por un
hijo de vida
con sus miedos tejidos sobre el
lienzo,
en medio de la plaza exhiben
cielo, montañas,
caminos bordados de recuerdos
donde habitan sus hijos como
puntos grises
perdidos en la noche.
Las bancas del parque las recibe,
sentadas las madres retoman el
lienzo
siguen el tejido de recuerdos:
con un dedo señalan el color del
tejido
de sus labios se escucha el
nombre de su hijo.
Respiran, sollozan las verdades
del silencio,
de voces con etiquetas falaces.
Punto a punto retoman la labor,
en el lienzo quedan caminos
dejados por sus hijos.
Ellas se toman de las manos en
lazos de piedad,
Cantan a ritmo de tambor la
plegaria,
aglomeran palabras del regreso a
la vida.
Ellas lo saben, son tiempos
falsos de espera inútil,
de días que no vendrán sin la
mancha de la verdad.
Brisa y niebla ocultan los
senderos de regreso,
reconstruyen los pasos invisibles
de presencias abatidas por la
impunidad.
Huellas coloridas habitaron los
días de espera
manta de silenciosos puntos,
arrancan suspiros humedecidos por el miedo.
Hilos de lamentos sonoros, son
trenzados en los dedos de madres huérfanas de hijos,
en la costa curvada por tierra y
agua.
Ellas lo saben, son tiempos
falsos,
tierra arada con trofeos
en manos de los llamados héroes de
ropas manchadas.
Nadie las consuela, ni el rostro
inerte de sus hijos abatidos,
ni palabras amarradas con
esperanzas.
Son parte de las listas,
de
numerosos cuerpos en las filas de la muerte.
Cogito ergo ¡boom!
No están las paredes tatuadas por
muchas manos
ni las rejas, ni los campos,
tampoco los muros de las
escuelas,
ni las mentes, ni las voces,
son habitadas por la sangre de
sueños sin nombres, ni recuerdos,
borrados de la memoria.
Dueños de palabras plácidas se
soportan en el silencio de todos.
Callamos.
Entiendo el miedo a perder
a aplastar los días de manos
atadas,
Yo no temo a los lacerados, a
leer el tiempo,
a escribir: Cogito.
Temo borrar de mi memoria los
ríos negros ante la luna,
los lamentos en tiempos caídos
a aquellos soportan los días
vacíos
los cuerpos aplazados de tantos
años de espera.
Temo limpiar del camino, las
huellas
de los borrados: Ergo
Escribimos piezas de circo como
diversión de grandes señores.
Temo evitar la verdad,
acostumbrar mis ojos al horror
de escritos en paredes manchadas:
¡BOOM¡